¿A quien seguir?
Encontrar humildad envestida
de autoridad en el siglo XXI, es una de las realidades más grandes y
desafiantes del liderazgo en todos los campos de trabajo de nuestra sociedad,
no solo porque es necesaria en el desempeño para la toma de decisiones sino
porque también una decisión mal tomada repercutirá a todo un grupo, una
organización, una iglesia, una entidad que figura tener valores sobresalientes
en la sociedad. Nada es más frustrante para un líder tomar una decisión y esta
sea su ruina en los éxitos de su labor. El presente escrito va dirigido a
aquellas personas que lideran grupos, sean estos con fines religiosos.
Es importante decir que una religión lo primero que debe contextualizar que su causa que no es lucrativa, sino de ayuda y de formación espiritual a sus seguidores, toda su labor estará enfocada a escuchar y atender a las necesidades del grupo.
Es importante decir que una religión lo primero que debe contextualizar que su causa que no es lucrativa, sino de ayuda y de formación espiritual a sus seguidores, toda su labor estará enfocada a escuchar y atender a las necesidades del grupo.
La humildad ha sido
representada desde el punto de vista religioso, por el cristianismo (Jesús), El
emergió desde los lugares geográficos menos representativos de Jerusalén. Esto
significaba para muchos religiosos de su época que Jesús estaba loco, y algunos
argumentaban que tenía demonios, porque su autoridad con la que hablaba era
reprochable para ellos, pero para las multitudes era lo que necesitaban, la
autoridad religiosa no se ejerce por imposición, al contrario, emerge de donde
menos el hombre quiere ver.
Entonces la humildad a sido
carente desde los remotos tiempos de Jesús, eso lo vemos reflejado en la
lectura bíblica de (Juan 10:7-21), que literalmente dice: Volvió,
pues, Jesús a decirles:
—De cierto, de cierto os digo:
Yo soy la puerta de las ovejas. Todos
los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores, pero no los oyeron
las ovejas. Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá,
y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
“Yo
soy el buen pastor”; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero
el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve
venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las
dispersa. Así que el asalariado huye porque es asalariado y no le importan las
ovejas.
“Yo
soy el buen pastor” y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así
como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; a ésas también debo atraer y
oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo
pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo
la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este
mandamiento recibí de mi Padre.
Volvió a haber división entre
los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían:
—Demonio tiene y está fuera de
sí. ¿Por qué lo oís?
Decían otros:
—Estas palabras no son de
endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
La carencia de humildad de los
enseñadores de la ley, hacia Jesús que con autoridad y verdad hablaba.
Vale la pena hacer énfasis que Jesús emerge desde los
lugares menos representativos de aquella época. De los enseñadores sacerdotes,
no se registra una entrega total al reconocimiento de liderazgo legítimo de Jesús,
¿Por qué razón? juzgue usted.
Nuestra época está llena de
violencia, engaño, avaricia, codicia, mentira, ira, enojo, malicia, blasfemia y
palabras aduladoras al prójimo, cosas por las cuales dice el apóstol Pablo la
ira de Dios se hace manifiesta sobre los hijos de desobediencia (Col 3:5-11)
Que más señales hizo Jesús
para desmontar el poderío del hombre y demostrar humildad y autoridad a la vez
sin tener que violentar la voluntad de su padre:
(Filipenses 2:5-8)
Haya, pues, en vosotros este
sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a
que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Esta autoridad “ser en forma de Dios” significa perder
la vida, ser rechazado, ser ignorado, ser abofeteado, ser marginado y perder
aparentemente la batalla para al final, darle
la gloria a Dios. esto último es la humildad.
Jesús en sus últimas palabras,
de esta escena de humillación y exaltación dijo: “Padre perdónalos porque no
saben lo que hacen” (Lucas 23:34) Y esto era manifiesto para los judíos, para
la generación presente Jesús sigue diciendo:
“Yo
soy el buen pastor”; mi vida doy por las ovejas.
La paz de Dios reine en cada
corazón…
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